La pandemia sirvió para que El Salvador se convirtiera en el basurero de Estados Unidos: en 2021 el país importó más de 29 millones de libras de basura plástica de ese país, algo que riñe con el Convenio de Basilea, del que El Salvador es firmante desde 1991. Mientras que en su territorio han pasado dos años desde que se aprobó la ley que controla la disposición integral de desechos sólidos, y no hay reglamento ni lineamientos.
María Rivas trabaja desde hace 10 años como recolectora de basura en la urbanización Majucla, del municipio de Cuscatancingo, en San Salvador. Rivas recorre los 16 pasajes de esta colonia para recoger un promedio mínimo diario de 20 libras de desechos plásticos, de cartón, aluminio y otros metales, que luego comercia a empresas recicladoras.
La mañana del 18 de agosto de 2021, gracias a su experiencia en el manejo de reciclables, Rivas lidera uno de los grupos de separación de desechos en una auditoría de marca, un sondeo que identifica qué empresas contaminan más con sus envases plásticos descartados en la naturaleza. La actividad se desarrolla en 500 metros de la playa San Marcelino, en el departamento de La Paz; a 70 kilómetros de la residencia de Rivas.
Bajo el duro sol de la costa salvadoreña, Rivas —de 57 años, alta, delgada, piel morena, pelo corto y extrovertida— se hinca sobre la arena para separar los plásticos; no todos pueden reciclarse, aclara. Toma una botella gris y dice: “Esta no la reciben las empresas, porque cuando le echan el material con el que lo van a decolorar, se les hace color marrón”, cuenta mientras lanza la botella que almacenó algún tipo de lubricante junto a otras de bebidas energéticas.
La recolectora María Rivas separa los plásticos que se pueden reciclar en la playa San Marcelino. Foto: Carolina Amaya.
Pero las botellas grises no son la única preocupación de Rivas. En la jornada, los voluntarios han recogido plásticos de un solo uso que no se pueden reciclar: bolsas para agua, cubiertos desechables, pajillas, platos y vasos de durapax (poliestireno expandido, un plástico espumado). Para ser reciclados, explica Rivas, todos necesitan estar limpios, libres de cualquier residuo que hayan contenido o adquirido a la intemperie. Eso implica un gasto extra en agua que los recolectores no pueden costear.
Rivas vive de la basura. Sabe que la contaminación por plásticos es un problema complejo. “No se le puede echar la culpa a la gente, tampoco a la empresa. Es un problema social”, dice.
Para entender qué son los plásticos, MalaYerba habló con la toxicóloga ambiental Andrea Osorio. Ella resume que la fórmula más común del plástico “está compuesta de carbono, hidrógeno y moléculas de petróleo”. Y los que se usan más en el país son los de tipo PET, que sirven para embotellar agua y otras bebidas, añade la experta.
Los plásticos se caracterizan por su versatilidad, bajo precio y duración, lo que ha llevado a un uso desmedido en las últimas cuatro décadas, según el informe Plásticos en América Latina: Breve reseña de su producción, consumo e impactos ambientales, publicado en octubre de 2021.
El documento revela que en 1980 en la región latinoamericana el consumo de plástico por persona era de 7 kilogramos (kg), iguales a 15.43 libras al año. En la actualidad la cifra es de 30 kg (66.13 libras), aunque en dos de los siete países más poblados de la región, México y Chile, registran el consumo más alto de 50 kg (110.2 libras) de plástico al año por persona.
El consumo excesivo de plásticos, la escasa educación ambiental y falta de políticas integrales han vuelto del plástico un problema mundial. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que cada año los océanos reciben 11 millones de toneladas métricas de plástico.
Sergio Izquierdo fotografió la contaminación por plástico en la desembocadura del río Lempa. Foto: Sergio Izquierdo.
Y aunque la industria plastiquera constantemente busca alternativas sostenibles para su producción, el plástico ya está metido en todos los ámbitos de la sociedad actual. Desde implementos de seguridad sanitaria, hasta envoltorios de medicamentos, agua, tamales… Hay plástico en el aire, alimentos y bebidas que terminan en el organismo humano. Estudios científicos recientes han encontrado microplásticos y nanoplásticos en el torrente sanguíneo, pulmones, hígado, bazo, riñones, así como en las placentas de recién nacidos.
A pesar del evidente problema ambiental que significa la mala disposición de desechos plásticos, el Estado salvadoreño no ha avanzado en la aplicación de la Ley de Gestión Integral de Residuos y Fomento al Reciclaje, aprobada en febrero de 2019 por la Asamblea Legislativa. La ley que se enfoca en normar el trabajo de las personas dedicadas al reciclaje, y en establecer la separación de los residuos desde el origen, es decir, desde el hogar; no regula la generación y consumo de plásticos.
Además, el Presidente de El Salvador tenía tres meses después de entrada en vigencia la ley —el 6 de marzo de 2020—para hacer el reglamento que operativiza la normativa, según se establece en el artículo 62. El mismo artículo le da al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) un año para emitir los lineamientos respectivos.
El MARN debe elaborar un Diagnóstico Nacional de Residuos Sólidos y un Reglamento Integral de Gestión de Residuos que, según constató MalaYerba a través de una solicitud de acceso a la información pública, tampoco están elaborados a dos años de que la ley entró en vigencia.
“Entre más años pasen para la implementación de la ley, habrá más plástico que no tenga posibilidades de reciclarse”, explica Laura Mejía mientras revisa las marcas encontradas en la auditoría de marca en playa San Marcelino. Mejía es coordinadora del programa “Cero Basura” del Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (CESTA).
En la auditoría de marca de playa San Marcelino, Laura Mejía revisa una botella de PET, plástico que usa la marca de agua Cristal. Foto: Carolina Amaya.
Han pasado dos años y no hay reglamento ni lineamientos aprobados. La gestión actual del MARN tiene un borrador del reglamento de la Ley de Gestión Integral de Residuos y Fomento al Reciclaje que será “aprobado o presentado” en diciembre de 2022, junto a otros reglamentos técnicos y los lineamientos para la reducción de plástico de un solo uso en instituciones públicas, aparece en la agenda regulatoria 2022 del MARN.
Según la ley y el borrador del reglamento, el ente encargado del cumplimiento de ambas normativas es el Ministerio de Ambiente, quien está obligado a coordinar acciones de educación ambiental junto con Ministerio de Educación; también de monitorear el manejo integral de los residuos ejecutado por las municipalidades.
“Los educadores, los maestros, el Ministerio de Educación ¿dónde están? Es la pregunta que yo me hago. El Ministerio de Ambiente, ¿dónde está? Son los que deberían estar contribuyendo a generar consciencia de los daños del plástico, y también, las empresas de plástico deberían tener cierta conciencia”, cuestiona, Ricardo Navarro, presidente del CESTA.
El borrador del Reglamento de la Ley Gestión Integral de Residuos y Fomento al Reciclaje, el MARN establece, entre otras cosas, el procedimiento para importar y exportar desechos. Actualmente, esas actividades son las únicas que pueden dar un panorama de cuánto plástico se mueve en el país, pues el último censo que registró las cantidades y tipos de plásticos procesados por las municipalidades data de 2006.
Para esta investigación, la MalaYerba realizó una serie de entrevistas a recicladores, representantes de la industria del plástico en El Salvador, así como organizaciones ambientalistas que promueven el tema. Se analizaron: una base de datos de plastiqueras, respuestas de información del MARN y más de una veintena de documentos relacionados al tema de los plásticos en el país. También se solicitaron entrevistas con el ministro Fernando López y con la presidencia de la Asociación Salvadoreña de la Industria del Plástico, ASIPLASTIC. No hubo respuesta de ambas instancias.
El basurero de Estados Unidos
Desde diciembre de 1991 El Salvador es uno de los países partes del Convenio de Basilea, que restringe el comercio internacional de desechos peligrosos. En 2019, la Conferencia de las Partes —reunión donde los representantes de los países toman compromisos— que hasta esa fecha había regulado sustancias como el mercurio y plaguicidas, decidió incorporar medidas vinculantes para regular el flujo internacional de plásticos. Los anexos que entraron en vigencia en 2021 tienen la finalidad de reducir la contaminación por plástico a nivel mundial.
En febrero de 2022, la oenegé Red de Acción de Basilea (BAN, por sus siglas en inglés) reveló que Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea siguen exportando basura plástica ilegalmente a países en desarrollo, incumpliendo el Convenio de Basilea. Este año Canadá sancionó a empresas locales por exportar plásticos contaminados a países de Asia.
La Red de Acción de Basilea señala que el plástico enviado “podría ser legal” si estuviera “casi libre de contaminación» y clasificado en polímeros individuales, como PET, el plástico que usan las embotelladoras. Pero Estados Unidos ha demostrado incapacidad para procesar los plásticos reciclados y envía material mezclado, contaminado y prohibido por el Convenio de Basilea.
El Salvador en 2018 importó 337 millones de dólares en plástico, en 2019 subió a 347.8 millones de dólares en plástico, según el Ranking de la Asociación Salvadoreña de Industriales. Entre enero y septiembre de 2020, el país centroamericano importó 446 millones de dólares en plástico.
Según la información de la BAN, en 2021, El Salvador recibió 13 millones 350 mil 645 kilogramos (kg), es decir, más de 29 millones de libras de basura plástica. Navarro asegura que esta basura entra al país para ser incinerada, pues son plásticos mezclados, o sea, “no se pueden reciclar”, zanja.
“Los países deben tomar medidas para detener el flujo de Y48 ilegal (plásticos contaminados) de EE. UU. a sus países, y EE. UU. debe tomar medidas para dejar de ayudar e incitar al tráfico criminal de desechos, independientemente de su estado de ratificación (del Convenio de Basilea)”, se detalla en el documento de la Red de Acción de Basilea .
Mientras la basura de Estados Unidos sigue llegando, el Ministerio de Medio Ambiente ha mantenido en sus redes sociales la campaña “No seamos basura”, que culpa directamente al consumidor de la contaminación por plástico. El mismo discurso ha mantenido la industria del plástico en otras campañas publicitarias.
La relación entre gobierno y empresa privada no solo se percibe en las campañas contra los consumidores; en 2020, el MARN otorgó el premio nacional del sector industria a Termoencogibles por su proyecto de economía circular. Termoencogibles, que ha cambiado su nombre comercial a Ternova, es una de las mayores exportadoras de plásticos hacia la región centroamericana.
Ternova tiene más de 50 años funcionando, para su producción también importan materiales reciclados, explicó Georgina Martínez, jefa de la unidad de Investigaciones y Desarrollo.
Planta de reciclaje de Ternova. Aquí separan los desechos plásticos que usan para su producción. Foto: Carolina Amaya.
Este año, Termoencogibles S.A. de C.V. ha importado 2,800 toneladas de plástico reciclado de Costa Rica, Guatemala y Estados Unidos. Los permisos ambientales fueron clasificados en la categoría de leve impacto ambiental, por lo tanto la importación no requirió de estudios. Según tres resoluciones que el MARN emitió el 23 de marzo de 2022, Termoencogibles está importando plástico postindustrial que no está en la clasificación de desechos peligrosos de la Convención de Basilea. “El material a ser importado se prevé no representa riesgos ambientales significativos para la salud y el medio ambiente”, consignan los permisos.
La Convención de Basilea prohíbe, en el artículo 4, que los países partes, como El Salvador, importen desechos con países no firmantes. Estados Unidos no ha firmado el convenio, aún así exportó 50 mil 838 contenedores con desechos plásticos a 25 países en 2021.
En 2018, China dejó de recibir la basura plástica de Estados Unidos. Desde entonces, las exportaciones de EE.UU incrementaron en occidente. Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, los tres países que más desechos plásticos recibieron de Estados Unidos en 2021 fueron: Canadá, México y El Salvador.
El Salvador es uno de los tres países que más importó basura de EE.UU. Fuente: Statista.com
Sin educación ambiental y con más plástico
Son las 7:30 de la mañana en la playa San Marcelino, Rita Rivera, una comerciante informal limpia la zona de playa cercana a su puesto de golosinas, frutas y comida, muchas envueltas en plástico. Rivera sabe que será un día movido por la jornada de limpieza en la que participará dos horas después la recolectora Rivas. Por eso, Rita Rivera se apresura con un rastrillo para arrastrar la basura plástica hasta un punto donde la mezcla con maderas para luego prenderla en fuego.
Dos horas después, en esa misma playa, la recolectora Rivas explica a los voluntarios porque la mayor parte de basura es no reciclable. “Yo no sé qué pueden hacer con estas marcas. Gran basural que hay y no la quiere”, dice indignada.
La auditoría de marca realizada en 500 metros de la playa San Marcelino dio como resultado: 141 botellas de Coca-Cola Company, 192 tapaderas sin marca, 157 piezas de durapax, 137 pajillas sin marca, 64 botellas de La Cascada, 37 botellas de Pepsi-Cola, y 24 botellas de La Constancia, entre las marcas más frecuentes de los desechos recolectados, informó el CESTA.
Esto es resultado de “una cadena de irresponsabilidad compartida”, menciona Osorio, la toxicóloga. Una irresponsabilidad, agrega, que abarca la falta de infraestructura para reciclar. La experta señala que en el país hay ciertos plásticos que no son reciclados, pese a su amplia distribución; como el tetra pak, elaborado de dúplex y polietileno, y con el que se envasa leche.
“Sin campañas fuertes, sin educación, la gente no va a entender qué está pasando”, asegura Karla González, de la organización Let’s do it, un movimiento ambiental que funciona a nivel mundial y que realiza frecuentemente campañas de limpieza de playa.
González enfatiza en que el tema del plástico es una tarea integral que debe abordarse desde su producción, pero atraviesa también una responsabilidad del gobierno en educar ambientalmente a los ciudadanos. Además, dice, está relacionado con la infraestructura para gestionar los desechos, ya que hay municipios turísticos que ni siquiera dan abasto con basureros.
En cambio, la economista ambiental Lourdes Molina, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), indica que la gestión del plástico necesita de insumos, innovación y desarrollo que permitan a las empresas adoptar formas, tecnologías y alternativas que se alejen del plástico, porque, señala, aunque haya empresas que dicen que el plástico puede reciclarse, esto es imposible sin educación para clasificar los residuos.
Las auditorías de marca identifican qué empresas contaminan más con sus envases plásticos descartados en la naturaleza.
La industria dice que en el país hay maneras sostenibles para reutilizar esos plásticos contaminados. “Nosotros los vendemos a alguien más. Tenemos empresas que hacen con todo este residuo postconsumo patas de cama, pelotas, ganchos de ropa, en fin, mil cosas”, argumenta Alex Torres, gerente de Sostenibilidad la Región Norte de la empresa Carvajal Empaques, que produce diferentes derivados del plástico para toda Centroamérica. Dos de sus marcas reconocidas son los empaques de galletas Picnic y las botellas y bolsas para agua Cristal.
Carvajal Empaques comenzó trabajando con cartón, pasó a hacer productos de polietileno — un plástico de baja densidad que está basado en metano y etileno, con el que están hechas las botellas que contienen agua— y polipropileno, que está diseñado para contener sustancias químicas, como el detergente. Siguió con los espumados, los productos más vendidos y que, señala Torres, desde hace cinco años son biodegradables.
“Nosotros lo hacemos más de cara al mercado, no lo hacemos pensando en lo ambiental”, reconoce Torres, al contrastar lo que económicamente implica para la empresa vender un producto de cartón, que es menos dañino para el ambiente, pero representa más costos para ellos y las personas; a un producto de polietileno espumado, como los platos para las pupusas o las bandejas de comida para llevar.
Para muestra de la relación entre la producción y consumo de plástico, Lenin Ortega, un vendedor de plástico de hace 15 años en el mercado Zacamil, menciona que su venta disminuye cuando los productos aumentan 10 o cinco centavos. Ortega vende varios de los productos hechos por Carvajal en su local. El vendedor teme perder el negocio que heredó de su padre si algún día se prohíben los plásticos de un solo uso, asegura.
Para el representante de Carvajal, existe una “culpabilización” hacia las empresas por la contaminación por plástico, porque cada persona, alega, es la responsable de gestionar lo que consume, hay centros de acopio de plástico y hasta existe un programa de intercambio de plástico por víveres.
“Yo creo que ahí es una concepción un poco errada del ser humano, que es normal, porque siempre quieren tirarle la culpa al otro, pero al final es si tú recogieras todo eso, haríamos mucho más como humanidad”, dice.
Teranova, por su parte, produce 3,500 toneladas de plásticos mensuales para toda Centroamérica. La empresa tiene alcances hasta en Vietnam y entre sus clientes está la cadena comercial Walmart, una de las más contaminantes a través del transporte marítimo de sus productos. Desde 2015 hasta 2020, Teranova se ha mantenido entre las mayores exportadoras de la industria.
Teranova se describe como “ecoamigable”, a través de su jefa de Investigaciones y Desarrollo, Georgina Martínez. La empresa ofrece un portafolio variado de plásticos, cuya venta está encabezada por las bolsas para basura y para jardinería. Desde hace 20 años, algunos de sus productos son hechos con material reciclado que sobra dentro de la fábrica o que compran para reutilizarlo.
También cuentan con líneas de productos biodegradables y compostables. Las bolsas compostables están diseñadas para que “al mismo tiempo que los desperdicios se convierten en abono, lo pueda hacer también la bolsa”, explica Martínez.
El engaño del plástico biodegradable
En el contexto del Foro Centroamericano “Frenando la Marea de los Plásticos”, organizado por la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa en noviembre de 2021, Sergio Izquierdo, fotógrafo y cineasta guatemalteco, presentó una serie fotográfica de la contaminación por plásticos en la desembocadura del río Lempa.
Izquierdo ha retratado para National Geographic la contaminación por plástico en lugares como la Patagonia e Islandia. El fotógrafo sostiene que más del 90 % del plástico producido en el mundo no ha sido reciclado y, en 30 años, habrá menos posibilidades de reciclar el plástico que seguirá consumiéndose. Por hoy, lo que sí está comprobado, es que, por cada litro de agua almacenada en una botella, el humano consume 325 partículas de microplástico, señala.
Además, Izquierdo apunta a que no todos los plásticos biodegradables se degradan en condiciones de temperaturas normales, para ello deben utilizarse máquinas especializadas que no existen en Centroamérica ni México.
“Todo es un engaño, la economía circular es parte del greenwashing (eco blanqueo), que ocupa la industria del plástico para anestesiarnos la conciencia y que sigamos consumiendo el producto que ellos producen”, asevera.
Para el fotógrafo ambiental el gobierno debe regular a las empresas que no están dispuestas a dejar de producir plástico, pero al mismo tiempo debe haber un componente de educación ambiental para la sociedad.
Precisamente para intercambiar experiencias, en el Foro Centroamericano también participaron representantes de los municipios de Guatemala y Honduras que han prohibido los plásticos de un solo. Todos hablaron de los mitos, retos y beneficios de la prohibición.
Prohibición de los plásticos de un solo uso
En Centroamérica, mientras que en Costa Rica, y algunas partes de Guatemala y Honduras, han avanzado en la prohibición de los plásticos de un solo uso, en El Salvador el Estado promoverá la prohibición de éstos en instituciones de gobierno, según aparece en la agenda regulatoria 2022 del MARN.
En julio de 2019, el CESTA solicitó a la Asamblea Legislativa regular la producción de plásticos. Pero la propuesta fue archivada con 300 expedientes más en mayo de 2021 por la legislatura actual, liderada por el partido Nuevas Ideas, del presidente Nayib Bukele.
Para incentivar a que la prohibición de los plásticos de un solo uso se replique en más municipios de la región centroamericana, en el Foro Centroamericano “Frenando la Marea de los Plásticos” hablaron de su experiencia representantes de las municipalidades de San Pedro La Laguna y Roatán.
En el foro la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa con alcaldes de El Salvador, Honduras y Guatemala, firmaron la Declaración de San Salvador, donde se comprometieron a crear una ordenanza modelo para que las municipalidades prohíban los plásticos de un solo uso.
Imágenes del Foro Centroamericano “Frenando la Marea de los Plásticos”
Guatemala empezó en 2016 con la prohibición en el municipio de San Pedro La Laguna, uno de los pueblos que rodea el Lago de Atitlán, en el departamento de Sololá. La normativa guatemalteca también contempla un libro de texto de educación ambiental en castellano y zutuhil, el idioma autóctono de la comunidad, para niños de primer grado y está por imprimirse otro libro para los niños de segundo, cuenta a MalaYerba Edwin Ramos, el alcalde del municipio.
En cinco años de prohibición, Ramos enumera algunos de los resultados: reducción del 80 % en el uso de bolsas plásticas, los restaurantes han pasado de usar pajillas y estereofón a productos biodegradables, y el turismo ha incrementado en un 300 %. “Querían conocer si realmente un pueblo indígena podía vivir sin plástico, porque siempre categorizan al indígena como en un proceso de subdesarrollo total, pero realmente vivimos bien, consideramos que tenemos mejor calidad de vida que otras comunidades”, dice Ramos.
La normativa ha sido retomada en Tikal, el centro ceremonial maya ubicado en Petén, y en dos universidades, una de ellas la Universidad San Carlos.
Sin embargo, la empresa privada se opuso a ella, a tal punto de presentar un amparo ante la Corte Suprema de Justicia guatemalteca bajo el argumento de que afectaba el libre comercio, pero el tribunal resolvió a favor de la municipalidad y recomendó al Estado retomar la iniciativa.
Por otra parte, Roatán, una de Las Islas de la Bahía, en Honduras, desde 2019 también prohibió el uso de la bolsa y la pajilla plástica, y el estereofón, con el que se fabrican diferentes empaques para comida. Los turistas tienen prohibido desembarcar de los cruceros con botellas plásticas que no sean de agua y el único producto plástico que está permitido comercializar en la isla es el tetra pak, debido a que es un material que conserva la leche que es transportada desde otros lugares, dice Fernanda Lozano, del departamento de Ambiente de la Alcaldía Municipal de Islas de la Bahía (ver entrevista aparte).
Lozano destaca que la prohibición ha conllevado al tráfico de estereofón, pero es la misma población la que denuncia si hay comercios que lo siguen distribuyendo y el producto es decomisado. Los supermercados, además, tienen prohibido entregar las compras en bolsas, deben hacerlo en cajas.
“Cada municipalidad debe evaluar sus problemas y sus alcances. El tema debe abordarse a nivel micro, no a nivel de congresos. Así habrá un efecto dominó”, dice Lozano en el foro donde incentivaron a alcaldes de El Salvador, Guatemala y Honduras a prohibir el plástico de un solo uso.
Sergio Izquierdo, sin embargo, ve viable que, si se tiene que prohibir el plástico de un solo uso, desde los congresos, para generar impuestos para los ciudadanos que sigan adquiriendo más plásticos. Así, por medio del costo que les implique, comenzarán a tomar consciencia que es mejor, para el medio ambiente, usar vidrio u otras alternativas menos contaminantes.
La idea de los impuestos también la respalda François Roudié, embajador de la Unión Europea en El Salvador. Él también acompañó una jornada de la limpieza y auditoría de marca organizada por Let’s do it en playa Las Hojas, en La Paz, en septiembre de 2021.
“Si compras algo, tendrías que pagar también el precio de reciclar el desecho”, indica y habla del caso de Europa, que desde los 90 tiene una política medioambiental basada en tres “r”: reducir, reusar y reciclar. Roudié que en la jornada se dedicó a recolectar microplásticos, es promotor de la regulación de los plásticos de un solo uso.
François Roudié, embajador de la Unión Europea, recolectando microplásticos en el Día Internacional de la Limpieza de Playas, en Las Hojas, de La Paz. Foto: Carolina Amaya.
En ese sentido, dice, aunque la producción y gestión del plástico es un tema que compete al gobierno, a las empresas y la sociedad civil, lo que sí debe existir son políticas públicas para ello y una regulación del gobierno sobre las empresas productoras.
En El Salvador, ante la falta de un trabajo estatal, 15 municipalidades que están a favor de crear ordenanzas municipales para la gestión de desechos y elaboran una iniciativa de ley que busca que las empresas productoras de plástico sean reguladas por el gobierno y que, a la vez, sean prohibidas las bolsas y botellas plásticas que no puedan reciclarse.
De acuerdo con una base de datos proporcionada por el MARN, en El Salvador hay 15 empresas receptoras y recicladoras de desechos con permiso para operar, 17 rellenos sanitarios y 50 composteras para desechos orgánicos. De estos rellenos, Mides, ubicado en Nejapa, al norte de San Salvador, fue el que más desechos orgánicos e inorgánicos recibió entre 2019 y 2020. Fueron 561 toneladas de basura y 633 toneladas, respectivamente.
En el constante crecimiento de la generación de desechos, el trabajo de los recolectores se vuelve vital para reciclar; sin embargo, este trabajo es precario, pues la mayor parte de la ganancia se la llevan las empresas recicladoras, explica María Rivas. Después de la jornada de trabajo en la playa San Marcelino, María ganó 10 dólares por un poco menos de 50 libras de plástico. Sabe que el dinero no es suficiente para aportar al hogar, pero es la única entrada de dinero que tiene.
Este reportaje ha sido realizado por la periodista Carolina Amaya, con el apoyo de nuestra fundación Heinrich Böll Oficina San Salvador. Puede ver la publicación original en el sitio Mala-Yerba.com